El Maratón de Santiago

14.04.2015 21:24

 

Todos llegamos como grandes guerreros,

Con el pecho agitado, entero y lleno de remolinos.

Nada podría parecerse a una muralla de acero,

porque por delante, vamos a correr por todos los caminos.

 

Es temprano y tarde, y la noche ya recoge sus sonidos,

sobre la Alameda, suenan miles de pisadas.

Parecen ser la voz que nos mantiene unidos,

en ese lenguaje, la calle estalla como aves desatadas.

 

Puestos ahí como semillas que llevará el viento,

surcamos calles y avenidas, por donde pasa el cielo.

Vamos dejando millones de huellas en el pavimento,

las que sin nombre tapizan de sudor nuestros anhelos.

 

Zancada tras zancada, le arrebatamos el ritmo a la vida,

como mensajeros invitados al sacrificio del otoño.

Mientras la hoja se entrega  y cae desvalida,

los que transitamos este andar, encendemos su retoño.

 

En las calles de la capital nos ven, animan y aplauden,

la emoción vibra y se escapa de los corazones.

Los aplausos son pañuelos de pasión que arden,

mientras nuestros pasos avanzan sobre las razones.

 

Que hermosa se ve la ciudad llena de corredores,

acercándose a sus límites y doblegando al destino.

Navegando sobre el sudor que se desprende a mares,

aquel que regado va quedando sobre el camino.

 

Así cada corredor escala sobre las horas de su destino,

no mira atrás porque de hacerlo se perderá el horizonte.

Es un viajero vestido con el viento que abre el camino,

hablando con su alma que en silencio es su soporte.

 

Con los brazos cubiertos de sol y las piernas de nobleza,

unos delante, otros más atrás, ninguno pensó renunciar.

En la partida, quedó algo maravilloso, cercano a la belleza.

En la meta, el abrazo más íntimo que se pueda pronunciar.